miércoles, 10 de mayo de 2023

Valeria Mazza

VALERIA MAZZA

Cindy, Elle, Linda, Naomi, Claudia, Christy... Para ser una supermodelo es condición indispensable que te reconozcan por tu nombre de pila. Las supermodelos fueron una generación de cotizadísimas maniquís –con estatus de estrellas del rock – omnipresentes durante los años noventa. La industria de la moda las encumbró como representantes de un modo de vida lujoso, bonito y saludable –y, a excepción de Campbell, occidental y caucásico–. Forma y contenido, percha y producto, intercambiaron roles para dar forma a un fenómeno digno de análisis.

A lo largo del siglo XX hubo algún ensayo que anticipaba lo que estaba por venir. Desde los sesenta con Twiggy, pasando por los setenta de Lauren Hutton o los ochenta de Brooke Shields, cada década fue preparando el terreno con una modelo icónica hasta llegar a la cima: las supermodelos de los 90.

Todo comenzó en 1986 cuando el fotógrafo Steven Meisel y el maquillador Françoise Nars contrataron a una jovencísima californiana llamada Christy Turlington para una sesión de fotos con Vogue UK en el estudio que Meisel regentaba en Nueva York. La modelo y el fotógrafo hicieron buenas migas y, poco después, ésta le presentó a otra modelo británica llamada Naomi Campbell. Él, a su vez, hizo lo propio con una canadiense que se hacía llamar Linda Evangelista. Nacía así la conocida como "Trinidad" de la moda. Juntas se convertirían en una sensación. Algo parecido pasó con Cindy Crawford y con Claudia Schiffer. Según Albert Watson, uno de los fotógrafos de la época, todo fue fruto, en gran medida, de la competencia entre agencias –se acababa de crear Elite– las cuales ponían como condición para tener, por ejemplo, a Crawford, "que incluyeran su nombre en las portadas ".

Sea como fuere, su imagen, perfectamente producida, era la réplica “perfecta” al desaliño grunge y su sonrisa, la mejor garantía de compra para los anunciantes. La generación de tops nació al calor de las campañas y los desfiles de grandes diseñadores como Gianni Versace. Juntas –aunque no siempre revueltas– protagonizaron el videoclip de George Michael Freedom! y conscientes de su poder de convocatoria crearon una marca registrada que generó hasta una cadena de restaurantes llamada Fashion Café.

Acapararon portadas y campañas –no sólo de moda– y generaron todo un entramado mediático extremadamente rentable. El interés que las supermodelos despertaban era incuestionable. Esta afirmación de Claudia Schiffer lo evidencia: “Recuerdo que necesitaba cuatro guardaespaldas para llegar al backstage de Chanel desde mi coche. Y eso no sólo me sucedía a mí, sino a todas. Esa etapa ha terminado ".

Con el tiempo, las supermodelos dejaron paso a otras tops, más jóvenes y también menos producidas. La aparición de Kate Moss suponía una apuesta por la naturalidad y una puesta en escena en las antípodas de la plasticidad y el artificio de sus colegas de los noventa. Para Schiffer, hay enormes diferencias entre las supermodelos y el resto de las maniquíes, un fenómeno, para ella, único : “Convertirse en una supermodelo significa estar en las portadas de todo el mundo al mismo tiempo, de modo que la gente acabe reconociendo a las chicas. Eso no ocurre ahora mismo porque la industria de la publicidad utiliza a muchas actrices y cantantes. Las supermodelos, como lo fueron en aquel momento, han dejado de existir" sentencia.

Para la modelo argentina Valeria Mazza, este hecho tiene una explicación: "Lo que sucede es que el mercado está pidiendo todo el tiempo caras nuevas, ése es el estereotipo que buscan, cambiar, algo diferente, algo distinto que se presente; así, no hay famosas, no hay nuevas, no hay conocidas, y nos hemos quedado con las modelos de los noventa" opina.

Para Cindy Crawford, otra de las tops más emblemáticas, en la era de las supermodelos, “cada modelo tenía una identidad muy definida. Éramos imperfectas. ¡Quién más que yo con este lunar!. Después llegó la oleada rusa, con mujeres mucho más jóvenes y todas muy parecidas entre ellas ».

Echando la vista atrás, casi todas las supermodelos han sido madres. Algunas probaron suerte en el cine, otras en la televisión, en la música y algunas incluso en la literatura pero en la actualidad, la mayor parte de ellas, sigue estrechamente vinculada al mundo de la moda. A finales de la primera década del siglo XXI hubo un resurgir del fenómeno, colocando a Claudia, Linda y compañía en la mayoría de las campañas –de Prada a Vuitton– . Para el incombustible Karl Lagerfeld, director creativo de Chanel, el éxito de la fórmula radica en la heterogeneidad: “La auténtica clave para convertirte en una supermodelo es no ser perfecta. Esta industria necesita caras que la gente pueda reconocer en apenas uno o dos segundos. Por eso las chicas que eran famosas en los 90 siguen trabajando hoy. El público de todo el mundo las reconoce al instante”.

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